sábado, 13 de junio de 2020

Reseña Nadie me verá llorar


La locura y los manicomios son dos conceptos que socialmente tenemos anclados con esta lejanía poco probable en nuestras vidas, jugamos, a veces, con esta constante de conceptos como estar loco o loca. Lo pensamos como una metáfora, pero qué hay de las mujeres y hombres que si terminan en esos lugares.
 La novela Nadie me verá llorar, de Cristina Rivera Garza, es una de las obras más destacadas en la literatura mexicana, se encuentra organizada a partir de la introducción de documentos reales tomados de las historias clínicas de algunos pacientes del manicomio La Castañeda, inaugurado en 1910 con motivo de la celebración del centenario de la Independencia de México.
Esta novela gira entorno a Joaquín Buitrago, un fotógrafo que retrata a los internos del manicomio y su obsesión por saber más de Matilda Burgos una interna aislada en el manicomio, quien antes era prostituta. Obsesionado por la identidad de esta enferma, pues cree haberla conocido años atrás en el célebre burdel La Modernidad, trata de recabar información sobre ella. Como Joaquín descubre poco a poco, Matilda, nacida en los campos donde se cultiva la olorosa vainilla, llegó de niña a la capital para caer en manos de un pariente que la utilizó para poner en práctica una singular teoría médicosocial. La marea de recuerdos, de la que va surgiendo la turbulenta existencia de Matilda, provoca también en el fotógrafo una reflexión sobre su propia vida y sobre los motivos de su dependencia de los narcóticos.
Estos  dos seres que deambulan entre la realidad y la fantasía, con una prosa poética que da vaivenes y nos pone a pensar cadenciosamente mientras nos adentramos a sus historias de vida ¿Cómo es que alguien llega a convertirse en un fotógrafo de prostitutas y luego de locas? Son preguntas que intentan ser respondidas mientras nos adentramos en las historias de vida de ambos.

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